22 julio, 2010

El avión de juguete (2) – María Reznik

Este post fue elaborado y enviado por Luciana Carlopio, autora de www.indictus.blogspot.com a gclibros@yahoo.com. Muchas gracias Luciana por tu contribución.

Derrumbarse y seguir

A propósito de "El avión de juguete" de María Reznik.

Tengo la obligación de obligarte a que leas "El avión de juguete" de María Reznik por motivos que, una vez develados, hará que dejes este texto a la deriva. No por regalías. No por amistad. Mucho menos por saberme privilegiada. La cosa se resume así: hay una escritora que escribe un libro y lo publica en este espacio cibernético. Gratis. Lo da. Así. Entonces una lectora que soy yo encuentra ese libro y lo lee. Y dice: ¡Vale la pena! Tiene algo que se desprende y lo sostiene de los avatares de la industria cultural.

Teo que es un héroe –no yo– te hará detener. Se le rompió un avión de juguete. Y quien ha pasado por esa tragedia (cuando algo querido se te rompe en quinientos, veinte o tres pedazos) es conciente de que pegarlo o comprar otro nunca será lo mismo. Por suerte, los niños como Teo se revelan a un mundo descartable, donde todo se reemplaza. Esta es la trama, el nudo, la cuestión, el tema y el meollo del asunto: objetivarse en un juguete roto. María Reznik (o quien lo cuenta que es y no es ella) intenta con éxito una respuesta y te hace preguntar por el tamaño del propio sentimiento irreparable de lo que no se puede unir nunca más.

La historia parece sencilla: Teo decide contarla desde un cuarto en la cárcel. Su verdad tendrá, pues, el tinte de la confesión y de ese intento de ordenamiento lógico que busca la mente para que los recuerdos sean coherentes. Por eso no hay dificultades para el lector entre en la cabeza de un joven arrepentido. Se puede seguir perfectamente el hilo, porque este narrador culposo no tiene saltos temporales en su relato. Lo que escribe Teo, además de una confesión, resulta ser finalmente un reflexionar acerca de lo irreparable, del continuar asumiendo los quiebres. Así, llegados al último tramo, el lector descubre que ha presenciado la reflexión del protagonista: ¿qué hice con el avión?, ¿por qué se rompió?, ¿para qué arreglarlo o tirarlo de una vez por todas? Teo se ha objetivado en ese juguete roto; Teo es, por lo tanto, ese juguete roto que tiene que enmendarse, volver a insertarse en la sociedad y hacer buena letra. Tal vez por eso, decide que su primer recuerdo narrado sea otro arrepentimiento, esta vez en un aula. Ahí se pregunta y es ésta la primera reflexión que presenciamos: ¿por qué la vida no se puede rehacer como un deber escolar?

En una entrega de nueve capítulos. Dar con su libro tiene una metáfora: disfrutar un buen vino en un avión clase turista. El avión de juguete es el buen vino. La industria invisible del papel en la web es el avión clase turista. Saborear la prosa, dejarse llevar por un ritmo que te conduce al punto lindante con el copyright haciendo evidente la pista de aterrizaje, la ficción lograda, el viaje concluido, la hora de guardar los juguetes. Cuando uno, inevitablemente, se pregunta con los pies en la tierra o los ojos en otra cosa que no sean palabras si eso es o puede ser verdad.

Los héroes –Teo es uno– viajan remendados y con el avión cosido. Los héroes creen en soluciones. Son los héroes que enarbolan la bandera de un "sana, sana…", con voz impostada y masculina (o femenina, pero en este caso es un muchacho). Son tipos comunes y corrientes, que un día se meten en un lío que bien puede ser, como en esta historia, estar a punto de volar una confitería. Hombres que se arrepienten, que asumen su error. Porque no hay buenos ni malos. Hay sólo héroes dándose cuenta del tamaño de su tragedia. Y lo son gracias a ella.

Eso. Creo que si existen los héroes es únicamente porque hubo, como en esta novela, no sólo un avión de juguete, sino porque éste se rompió, como nos cuenta María Reznik. Y hacen lo que Teo: derrumbarse y seguir andando.

Ahora sí, la verdadera historia se disfruta leyéndola: http://mariareznik.tumblr.com/

Luciana Carlopio

www.indictus.blogspot.com

Muchas gracias Luciana.

¡Saludos!

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